Blancanieves y la fruta prohibida
Se desvive Blancanieves en gustar. Su energía, derrochada en el buen hacer, las buenas formas, la impoluta actitud. Símbolo de la perfección de la bondad, siempre disponible y afable, y sin negar nunca una sonrisa. Desenvuelta en la cocina, guisa sus platos con amor y dedicación para los comensales. Los siete enanitos, embelesados ante tal magnitud de belleza y benevolencia, se entregan sin medida. La Bruja, en cambio, con su manzana envenenada, encarna todo el mal: su fealdad pareja a sus viles intenciones, envidiosa, de crueles ademanes. Es odiada por todos; los pajaritos, los animalillos del bosque, y los enanos la temen.
Esta visión simplista y acotada podría ser propia de la conservadora estructura católica: el obligado servilismo, el bien y el mal, el cielo y el infierno, la moralidad cristiana y el paganismo pecador. Sólo a través del camino del autoconocimiento, en el desarrollo de la conciencia humana, y la comprensión del amplio y complejo abanico psico-emocional, podremos entender que la Bruja y Blancanieves están en cada uno de nosotros, y que nunca podremos ser tan puramente brujas ni tan puramente blancanieves, a no ser que neguemos y reprimamos nuestra propia naturaleza.
Pretender enterrar y desmerecer determinadas tendencias "brujiles" supone una lucha constante contra uno mismo, contra las propias formas humanas, y una división. Demos rienda suelta para que la Bruja aparezca de vez en cuando: tenemos derecho al enfado, a las envidias, a decir lo que no nos gusta y que no estamos dispuestos a hacer, y establecer límites. Además, tener el valor de mostrar nuestra Blancanieves: amar a las personas cercanas, hacérselo saber, y dedicar tiempo a los demás.
Desde la comprensión de que la Bruja y Blancanieves y los extensos matices de grises forman parte de nosotros, y desde la apertura a esas condiciones, abriremos camino a una cercanía y entendimiento profundos con los demás. Nos acercaremos más al otro, tocándonos y viviéndonos.
Sólo se tiene una visión completa cuando se vive plenamente la emoción desde su amplio espectro. No todo es alegría, como tampoco todo es tristeza. Pero no podría existir la una sin la otra.
El amor y la compasión se viven de verdad cuando se ha probado la manzana prohibida.
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