Carta a mis padres

Perdonad mis vaivenes
y desequilibrios.
Perdonad mis tozudeces
y desavenencias.
Es mi camino,
mi aprendizaje.


He necesitado dudar,
buscar, rasgar, sangrar,
brotar, descubrirme,
crecer, sobrevivir.
No me arrepiento,
es mi aprendizaje.

Gracias por darme la Vida,
que al fin y al cabo lo es Todo.
Por estar ahi en todo momento,
en vuestra mejor visión cuidarme.

En tu admirable atención de Madre,
en tu admirable atención de Padre.

Como quien riega su planta,
le susurra a sus tallos y pétalos:
¡crece sana y fuerte!
y la vibración del susurro
le estimula en su crecimiento
sin olvidar lo más importante:
¡siente y ama abiertamente!

Como quien riega su planta,
así ha de regar su corazón.
Para que no se marchite,
para que no se oxide.

Porque, al fin y al cabo,
cuando todo esto se acabe,
lo único que prevalece,
lo que de verdad importa,
es, desde dentro, haber amado.

Y en ese Arte de amor Maternal,
y en ese Arte de amor Paternal,
estoy aún en pañales, mirad.

Ese sacrificio Materno,
ese sacrificio Paterno,
donde el ego se desvanece
y se da sin medida.

Y mientras tanto
se dibuja la Vida,
que sin vosotros,
no podía haber sido.

Os quiere, Gon.

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