La sombra personal
Artículo extraído de psicoadapta.es; escrito por Iñaki Kabato
La sombra, una idea de la Psicología Analítica (también llamada Psicología Profunda)
fundada por el psiquiatra suizo Carl Gustav Jung (1875-1961), es un
concepto que éste denominó como uno de los arquetipos esenciales del inconsciente personal.
El arquetipo se refiere a la existencia de mitos universales repetidos a
lo largo de la historia, temas culturales comunes e inconscientes de la
humanidad (el denominado inconsciente colectivo); también se
refiere a ciertas pautas de comportamiento adquiridos por vivencias
individuales básicas. Son arquetipos la sombra, la máscara, el héroe, la
bruja, el viejo sabio, el alma o el mal, por ejemplo. Jung afirmaba que
la mente humana se compone de diferentes contrapuestos que generan
tensión psicológica al oscilar entre la luz y la oscuridad, el bien y el
mal, la parte femenina y masculina de cada persona, etcétera, opuestos
que siempre se implican mutuamente.
La sombra representa el lado oscuro de nuestra personalidad,
donde se esconden los instintos más primitivos de nuestro pasado
evolutivo y los aspectos rechazados por nuestra mente consciente y
social. Este lado oscuro se manifiesta en nuestros miedos, frustraciones e inseguridades
cuando surge la confrontación entre nuestra identificación con ciertos
valores que una cultura nos ha impuesto, y ciertas actitudes y rasgos
inconscientes de nuestra personalidad que el Yo consciente rechaza por no reconocerlos como propios. La sombra personal es la parte psíquica de nuestra personalidad no asumida por nuestro consciente social predominante.
Es el aspecto que consideramos negativo de nuestra personalidad que
está contiguo a la conciencia y que no desaparece, se mantiene oculto y
al acecho la mayor parte del tiempo, manifestándose cuando hay algún
altercado molesto o situación conflictiva con los demás que genera
emociones intensas; por ejemplo cuando sentimos una ira excesiva ante un
simple reproche de alguna amistad íntima. A menudo tenemos sentimientos
que nos resultan inaceptables socialmente y los desterramos de nuestro
ego consciente para no sentirlos en nuestra cotidianidad, aunque de vez
en cuando podemos percibir esa sombra inconsciente escondida detrás de
nuestro rechazo inflexible hacia diferentes cuestiones personales, o
detrás de sentimientos sutiles de culpabilidad e inseguridad.
La sombra personal se va desarrollando desde la infancia a partir de nuestras experiencias y aprendizaje social,
donde vamos desechando aquellas ideas o conductas que no consideramos
adecuadas según las normas morales y el contexto cultural en el que nos
hemos educado. Cuando un niño tiene un pensamiento o conducta que cree
que es inaceptable para la sociedad en que vive, sentirá un chispazo de
ansiedad tan desagradable que termina reprimiendo o adormeciendo esa
parte de sí mismo que considera prohibida. Y para rellenar ese vacío el
infante crea un falso Yo, cuya función es mitigar el
sufrimiento por la pérdida de su integridad original, su totalidad
individual. Cada cultura esconde en un rincón oscuro diferentes ideas o
cuestiones, como la sexualidad en las sociedades cristianas (la
masturbación, el sexo prematrimonial, la homosexualidad, las fantasías
sexuales,…), el rechazo a convivir con gente de distinta etnia o
religión en ideologías nacionalistas por temor al contagio de
la pureza de las tradiciones o de la raza, o tener alimentos tabú en
ciertas religiones (comer cualquier tipo de carne para los budistas,
carne de vaca para los hinduistas o carne de cerdo para los judíos, por
ejemplo). Si a un niño le enseñan que existen “malos
pensamientos”, le estarán inculcando un miedo moral hacia su propio
universo mental interior, que tratará de anestesiar y extirpar de su
experiencia interna. La gran mayoría de los seres humanos
cargamos desde la infancia con una gran cantidad de sufrimiento
inconsciente que no hemos sabido aliviar.
Todas las personas llevamos dentro un ángel y un demonio, una parte correcta, noble y amable (nuestra máscara
social consciente) y otra parte oscura, reprimida y generalmente
inexplorada que alberga instintos heredados (como la rabia, la
violencia, el odio, la mentira, la vergüenza, los celos, la culpa…) e
ideas homicidas, suicidas, sádicas o lujuriosas, por ejemplo. La sombra
personal es una parte del inconsciente que conforma nuestro ego (nuestro Yo), esa parte donde hemos ido desechando todo lo que no se acomoda a nuestro ego ideal
durante el proceso de desarrollo de nuestra personalidad. El resultado
es la reducción progresiva de nuestra identidad, empobreciendo y
distorsionando lo que creemos que somos, además de sentirnos perseguidos
continuamente por nuestra propia sombra que lucha para hacerse oír ante la conciencia, camuflándose en forma de ansiedad, miedo, vergüenza, culpa o tristeza.
Por eso también contiene todo tipo de capacidades potenciales que no
hemos desarrollado, cualidades que no hemos manifestado porque las hemos
desterrado a las profundidades de nuestra mente y que son parte de
nuestra propia humanidad, de nuestra verdadera naturaleza. Solo
aceptando la existencia de la sombra podremos descubrir las cualidades
que encierra, porque no solo contiene el mal, simplemente es lo opuesto
al ego. Lo que hemos reprimido contiene también cualidades
buenas como instintos normales, impulsos creadores, sabiduría instintiva
y una gran energía que podemos utilizar de forma positiva, porque la
sombra está contigua al mundo de los instintos. Ante una
situación de peligro inminente para la supervivencia del cuerpo nuestra
naturaleza animal toma el mando y actúa de manera inmediata, pasando por
encima de nuestro Yo consciente.
La oscuridad está presente en cada
individuo. Hitler, Stalin, Pol Pot… no pertenecían a una raza maligna
diferente a la nuestra, eran seres humanos como nosotros. Cuando el ser
humano no acepta esa parte negativa de su propio psiquismo fruto de
haber desarrollado un ego, negando su propia maldad, culpabilidad o
sentimiento de inferioridad, necesita proyectarla sobre los demás para después percibir que son los otros los mezquinos, culpables o malvados. El fenómeno de la proyección es un mecanismo mental
(emocional y social) inconsciente que consiste en atribuir al mundo
externo nuestra propia culpabilidad, ruindad y maldad, y luego sentir
que lo negativo procede del exterior (lo que reduce nuestra ansiedad)
para después pasar a perseguirlo y aniquilarlo. Con nuestras partes negadas construimos al enemigo,
percibiendo en él sólo aquellos aspectos que nos resultan insoportables
en nosotros mismos, convirtiéndose así en el espejo de nuestro propio Yo: odiamos a nuestro enemigo en la misma proporción en que odiamos ciertos aspectos de nosotros mismos.
¿Cómo saber cuándo proyectamos, cuándo entramos en el territorio de la sombra?
Cuando alguien, con su actitud o sus ideas, nos afecta emocionalmente y respondemos de forma exagerada
en su contra, lo más probable es que estemos proyectando nuestra
sombra. Aunque las proyecciones también pueden ser positivas,
generalmente lo que advertimos en los demás son esas cualidades que nos
resultan más insoportables de nosotros mismos. Entonces para
descubrir estas cualidades de nuestra sombra debemos investigar qué
actitudes y rasgos nos molestan de los demás y en qué grado nos afectan. Si yo lo que más
odio y detesto es la mala educación y la soberbia, por ejemplo, lo más
probable es que esté ante cualidades de mi propia sombra personal,
aunque me sea extremadamente difícil admitirlo. Por supuesto no todo lo
que criticamos es una proyección, pero si actuamos desproporcionadamente
ante lo que objetivamente no tiene tanta importancia significa que algo
se ha activado en nuestro inconsciente. Si asumimos la responsabilidad
de nuestras propias emociones en la generación del proceso de la
proyección, podremos cambiar nuestra idea y sentimiento hacia la gente
que nos rodea por otra visión más realista.
Como enseña la psicología en general, el diálogo frente a frente entre la conciencia y su sombra es una necesidad terapéutica. La mejor forma de integrar nuestras partes opuestas internas, de dar luz a nuestra sombra personal, es afrontarla y querer conocerla conscientemente,
admitir que esas características y atributos negativos que negamos en
nosotros realmente residen en la parte oscura de nuestra personalidad,
que nuestra sombra contiene los aspectos más primitivos e inadaptados de
nuestra naturaleza que hemos rechazado por motivos sociales, culturales
y morales. Tener conciencia de nuestra sombra es un difícil reto moral,
un conocimiento doloroso de adquirir, que comienza con “querer darse
cuenta” de nuestra parte negativa que el ego ha rechazado:
nuestra maldad, avaricia, codicia, envidia, celos…, para así hacer
conscientes nuestros conflictos inconscientes. Así podremos aprender a
adueñarnos de nuestras proyecciones y recobrar toda la energía y
fortaleza que oculta nuestra sombra. Cuando descubrimos nuestro lado oscuro empezamos a relacionarnos con nuestro inconsciente (que va dejando de ser un desconocido) y vamos reorganizando nuestra personalidad y expandiendo nuestra identidad.
Hay que prestar atención a nuestros síntomas físicos y a nuestras neurosis para descubrir su lenguaje,
sin tratar de interpretarlo y dejando al margen nuestras creencias. Si
siento ansiedad debo aceptar que yo soy el único responsable de
generarla, que mis pensamientos oscuros son los que causan mi tensión
física. Debo ser plenamente consciente de mis temblores, taquicardias y
estremecimientos, sentir mis latidos acelerados, mi respirar
entrecortado, mi angustia vital. Aceptar que yo soy el único causante de
mi malestar. Aceptar mi sombra, por ejemplo la ira, no significa actuar
según sus mandatos (peleando, destrozando cosas, gritando…), sino ser
consciente de mi rabia para después poder integrarla en mi mundo mental.
Para conocer lo más posible mi totalidad individual debo examinar cuáles son mis límites, cuál es mi capacidad para hacer el bien y cuánto mal puedo llegar a realizar, y ser consciente de que ambos, el bien y el mal, forman parte de mi naturaleza.
Si asumo mis demonios internos (mis
temores, decepciones, proyecciones y traumas del pasado), los puedo
transformar en mis aliados al utilizar su energía psíquica para fines
más positivos. Jung decía que no hay luz sin sombra ni totalidad psíquica libre de defectos, por lo que nuestra tarea en la vida no es que seamos perfectos sino completos,
aceptándonos plenamente al integrar nuestra sombra en la personalidad
para hacerla consciente y poder llegar a un acuerdo con ella, para poder
controlar sus manifestaciones. Esta integración nos enriquece al
complementarse los impulsos de la sombra con otros aspectos personales
conscientes, y quizá podamos llegar a lo que Jung denominó el proceso de individuación, la autorrealización total y profunda de uno mismo.
“Uno no se ilumina imaginando figuras de luz, sino haciendo consciente la oscuridad” -Carl Jung-
Autor: Iñaki Kabato (colaborador de psicoadapta.es)
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