Por qué meditar siempre fue un engorro


Buddhist Meditation, Wikimedia Commons. By ผู้สร้างสรรค์ผลงาน/ส่งข้อมูลเก็บในคลังข้อมูลเสรีวิกิมีเดียคอมมอนส์ - เทวประภาส มากคล้าย - Own work, CC BY 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=16568119

El camino de la meditación es un camino plagado de dificultades. En mi caso concreto fue el único camino. De nada me sirvió la consulta psicoterapéutica ni las pastillas. El apoyo de los amigos, muy valioso en ocasiones, y en otros momentos, las palabras tranquilizadoras y animosas se tornaban etéreas e inasibles; no me llegaban. Necesitaba experiencia directa. Aquel enjambre de avispas que zumbaba insistentemente en mi cabeza tenía que resolverlo yo mismo. La meditación se convirtió en la única manera de solucionar aquel estado confuso, y de encontrar respuestas.


Pero no resulta fácil, de ahí que la inmensa mayoría de las personas, aún hoy, reconozcan su incapacidad o falta de interés frente a la práctica meditativa. Considerando la reciente emergencia del mindfulness, que, aún a riesgo de ser una "moda" (y por lo tanto un producto fácilmente vendible en el versátil mercado, pueda tener también fecha de caducidad, como el resto de productos de consumo), podría ser más fácil ver ahora a alguien con los ojos cerrados en el metro, o en un parque, o caminando con calma y atención consciente. Aún así, creo que los meditadores seguimos siendo minoría y vistos con recelo desde la distancia.

Hay grandes obstáculos en la práctica meditativa, aparte de la práctica en si misma, y éstos podrían ser algunos de los pensamientos más comunes en la excusa perenne de no practicar:

  • "Me aburro mucho". El aburrimiento podría tratarse de una necesidad constante de hacer cosas, procurando llenar un tiempo considerado perdido. O colmar el tiempo constantemente para no caer en una sensación de vértigo que provoque el vacío.
  • "Me da mucha pereza". Los estados letárgicos se alimentan cuando nos tiramos al sofá pasando horas largas viendo la televisión, en posturas de inactividad absoluta que adormecen. O en el cansancio propio del ritmo frenético que nos impone la vida o nosotros mismos. El antídoto para la pereza habría de ser la voluntad y la determinación.
  • "No sirve para nada". ¿De qué podría servir sentarse sin hacer nada? A veces nos encontramos en un estado de "stand by". Digamos que seguimos viviendo por inercia, en un estado insatisfecho pero soportable. En estos casos, es normal plantearse la utilidad de pasar horas sentado sin hacer nada, si no hay una sensación de malestar desbordante. Tomar como referencia a alguien que practica y que transmite naturalmente sus beneficios puede resultar muy motivador.
  • "No tengo tiempo. ¿Para qué meditar con la cantidad de cosas que hay por hacer?" Cuanto más nos repitamos esta premisa, probablemente más necesidad habrá de detener el tren desbocado y "obligarse" a parar.
  • "Las cosas no se arreglan así. Con la cantidad de cosas que hay que solucionar en el mundo, ¿de qué sirve pararse? ¡Hay que actuar!" Por supuesto el mundo necesita manos dispuestas a arreglar las cosas, pero es mejor hacerlo con unas manos limpias. Se necesita también la capacidad de transmitir valores positivos, pero es mejor transmitir desde una mente ética, sabia y templada. Quizás sería enormemente revelador si, además, nos diéramos cuenta de lo que podemos cambiar fuera si cambiamos dentro, incluso más allá de las palabras.
  • "Soy incapaz de sentarme quieto cinco minutos. Necesito algo más movidito". La necesidad frenética de correr, de hacer alguna práctica física más aeróbica, más intensa, podría deberse a un estado de ansiedad latente. En este sentido, realizar estiramientos para despejar la musculatura respiratoria podría apaciguar esa necesidad de huir. Conviene asimismo entender que la meditación no es una relajación, así que se ha de convivir con el estado interior sea cual sea, y si éste es la inquietud o desasosiego, tratar de observarlo con detenimiento e interés.
  • "No puedo dejar la mente en blanco. Mi mente no puede parar de pensar". Cualquiera de nuestras mentes podría ser digna de estudio psicológico y ser diagnosticada inmediatamente como patológica. La dicha de reencontrarse con un estado mental despejado y en paz lo dota la práctica y el tiempo. La mente es en su esencia vacua, pero hay que depurar su estado disperso practicando.

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