La vida es sueño (segunda parte)

No existe dentro y fuera. Aquello que creemos "externo", que existe a parte de nosotros, es en realidad una prolongación de nuestro interior. El mundo se mueve al son del pensamiento. La vida, los hechos que acontecen, se relacionan íntimamente con el proceso interno. Nuestras relaciones, nuestros éxitos, nuestros fracasos, van ligados a nuestro estado interior, a nuestra percepción de los hechos.



Hay entonces una mente que funciona como directora de orquesta. Cualquier acontecimiento es tamizado por nuestro particular filtro.


Aquello que hablan, dicen o hacen y nos crea conflicto se produce por una relación no sanada con el conflicto. Esa persona que nos hace tanto daño, ese enemigo indeseable, nos empuja a cerrar la hemorragia de la herida abierta.


La vida se convierte en un apasionante escenario donde suceden cosas, conciertos cuyo compás está marcado por la batuta de la mente. El ritmo a veces es armónico, cadente, pausado, y a veces caótico, infernal, frenético. Los hechos van asociados al estado de nuestra mente y, por ende, a nuestra respiración. El ritmo de la vida lo marcará de la misma forma nuestra respiración. Dicho de otra manera, el mundo respira a nuestro son y palpita al ritmo de nuestro corazón.


Es una sensación de estar generando una realidad que a su vez no es realidad en si misma. Movemos piezas, interpretamos situaciones, proyectamos imágenes y pensamientos.


Dibujamos nuestro cuadro particular en un lienzo que es el mundo.

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