El Sol y la Luna



¿Te diste cuenta de los primeros rayos de luz?

Entonces el organismo se despereza, en un ritual preparatorio, dispuesto para la acción. El ritmo de la ciudad, salvaje y efervescente, hasta la hora vespertina, cuando todo parece aminorarse. Las marchas vigorosas y exultantes dan paso a los movimientos perezosos de la tarde, hasta que el Sol se despide.

Si existiera algún dios sería el Sol. Testigo y partícipe de las luces, lo consciente.


¿Te asombraste ante la incertidumbre del universo en la noche?

Cuando el manto oscuro recubre el ilimitado espacio del cielo, el cuerpo se prepara para el recogimiento. También aquí, si no hemos saldado cuentas con el Sol y  no nos sentimos satisfechos, habremos de hacerlo con la Luna, y entonces enloquecemos: adormecidos con alcohol, o ensombrecidos de pensamiento. La noche oscura nos muestra todo lo que no hemos solucionado de día. Nos muestra también la claridad sin censura del mundo onírico, para entender más. Y el merecido reposo.

Si existiera una diosa sería la Luna. Testigo y partícipe de las sombras, lo inconsciente.

Al final, el Sol y la Luna se funden en un espacio que todo lo contiene.

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